El mensaje del psicólogo clínico Adam Dell toca una fibra especialmente actual: vivimos obsesionados con optimizarlo todo, y a menudo dejamos lo esencial para “cuando haya tiempo”.

Adam Dell, psicólogo clínico, lanza un aviso sencillo y bastante incómodo: si lo que buscas es una vida plena, quizá estás mirando al sitio equivocado.

Basándose en el estudio longitudinal más largo de Harvard, sostiene que la felicidad real no la marca el sueldo, la salud perfecta ni el estatus. Lo que pesa, dice, es otra cosa mucho más cotidiana. El experto recuerda que esta investigación, que lleva décadas siguiendo a distintas personas, llega siempre al mismo punto.

“Las personas que vivieron las mejores vidas, las más satisfechas, no fueron las que ganaron más dinero”, afirma. Tampoco “las que se mantuvieron más sanas” ni “las que hicieron más ejercicio”.

La tesis desmonta la idea del “todo depende de ti” que tanto se vende hoy en redes.

Según Dell, el patrón que aparece una y otra vez es el de los vínculos humanos. No se trata de tener mil amigos ni de una agenda social llena, sino de algo más profundo: “Fueron las personas que tuvieron un hilo constante de conexión significativa a lo largo del tapiz de su vida”.

En otras palabras, una red de relaciones que acompaña y sostiene, incluso cuando todo lo demás cambia. La consecuencia práctica es clara: invertir en relaciones ahora es una de las decisiones con menos riesgo de arrepentimiento futuro.

“Redoblar esfuerzos en tus relaciones hoy tendrá la menor cantidad de arrepentimiento”, insiste. Y no habla de gestos grandilocuentes, sino de lo que suele costar más: estar, escuchar, cuidar.

Dell pone ejemplos muy concretos de ese “capital emocional” que se acumula con el tiempo. “Amar bien, estar disponible, ser consistentemente disponible, ofrecer y recibir perdón… estas cosas hoy se perpetúan en el futuro”. Es una lista que suena casi simple, pero que en la vida real exige intención, paciencia y, a veces, tragarse el orgullo.

El mensaje del psicólogo toca una fibra especialmente actual: vivimos obsesionados con optimizarlo todo -cuerpo, carrera, productividad- y a menudo dejamos lo esencial para “cuando haya tiempo”. El estudio de Harvard, y la lectura que propone Dell, viene a decir justo lo contrario: la vida que sale bien no es la más perfecta, sino la más compartida.

Así que si alguien necesitaba una excusa científica para llamar a ese amigo al que lleva meses sin ver, aquí la tiene. No porque sea “bonito” ni porque quede bien en Instagram, sino porque, según décadas de datos, ahí es donde está la diferencia entre una vida correcta y una vida realmente vivida.

Fuente: El Confidencial