La jueza federal Zunilda Niremperger reconoció como crimen de lesa humanidad el secuestro y asesinato de Carlos Enrique Tereszecuk en 1976 y confirmó que el arrojamiento de cuerpos al río Paraná fue una práctica sistemática del terrorismo de Estado. El fallo reconstruye el método de ocultamiento utilizado por la dictadura y reafirma el derecho a la verdad como acto de reparación y memoria histórica.

En una sentencia histórica, la jueza federal N°1 de Resistencia, Zunilda Niremperger, dictó el martes 11 de noviembre un fallo por el Derecho a la Verdad, que reconoce que el secuestro, tortura y homicidio de Carlos Enrique Tereszecuk, ocurrido en noviembre de 1976, constituyó un crimen de lesa humanidad.

La resolución también estableció que el arrojamiento de cuerpos al Río Paraná fue una práctica sistemática del terrorismo de Estado durante la última dictadura militar.

 

Un fallo que reconstruye la maquinaria del terror

El Tribunal consideró acreditado que Tereszecuk fue secuestrado a comienzos de noviembre de 1976 y trasladado a la Jefatura de Policía de Resistencia, donde funcionaba un Centro Clandestino de Detención bajo control conjunto del Ejército Argentino y la Policía del Chaco.

Los testimonios y las pruebas revelan que fue sometido a torturas brutales, que lo dejaron en estado de extrema debilidad. Un compañero de cautiverio relató incluso que debió bañarlo por orden de los guardias, ya que el joven no podía mantenerse en pie.

El fallo determinó que Tereszecuk fue ejecutado y su cuerpo arrojado al río Paraná, siendo hallado el 15 de noviembre de 1976 en la costa de Empedrado, Corrientes, unos 70 kilómetros río abajo de Resistencia. Su cuerpo fue sepultado como NN y recién identificado en 2018 por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).

 

El patrón del horror

La sentencia detalla que el arrojamiento de cuerpos al Paraná no fue un hecho aislado, sino parte de un método sistemático de desaparición y ocultamiento de víctimas del terrorismo de Estado.

A través de autopsias, testimonios y hallazgos forenses, se reconstruyó un patrón común: cuerpos desnudos, atados con alambres en pies y manos, con disparos de ejecución en el pecho o la cabeza, las yemas de los dedos cortadas para impedir la identificación y un corte profundo en el abdomen para evitar que flotaran.

El fallo hace referencia a los casos de Rómulo Artieda, Julio “Bocha” Pereyra -asesinado en la Masacre de Margarita Belén- y del propio Carlos Tereszecuk, cuyos cuerpos fueron hallados en la zona de Empedrado y enterrados como NN.

Las pruebas permitieron determinar que el río Paraná fue utilizado como fosa común, en el marco del plan sistemático de exterminio desplegado por la dictadura militar.

Una sentencia para la memoria y la reparación

El proceso judicial se originó a partir del pedido de los familiares de Tereszecuk, en ejercicio del Derecho a la Verdad, para conocer los hechos en su totalidad y contribuir a la reconstrucción de la memoria histórica.

La audiencia se realizó de manera virtual, con la participación de los hermanos y sobrinos de la víctima, representantes del EAAF, la Fiscalía Federal, la Secretaría de Derechos Humanos del Chaco y abogados querellantes.

Simultáneamente, la sentencia fue transmitida en La Casa por la Memoria de Resistencia, el Aula Magna de la Facultad de Humanidades de Posadas y el Espacio por la Memoria del ex Regimiento 9 de Corrientes Capital, para que la sociedad pudiera acompañar este nuevo paso en la búsqueda de verdad y justicia.

Al finalizar, Sofía Tereszecuk, sobrina de Carlos, pronunció un emotivo mensaje recordando la militancia y el compromiso de su tío. “Conocer la verdad, por dolorosa que sea, nos permite cerrar un ciclo como familia y encontrar un poco de paz”, expresó conmovida.

 

Un río que devuelve la verdad

La sentencia no sólo reivindica la memoria de Carlos Tereszecuk y otras víctimas del terrorismo de Estado, sino que también expone el mecanismo del terror que transformó al Río Paraná en un cementerio clandestino.

A casi medio siglo de aquellos crímenes, la Justicia argentina vuelve a afirmar un principio inquebrantable: la verdad emerge, incluso de las aguas más profundas.

Fuente: LT7