Con la obtención del Nobel, Han Kang se une a la lista de grandes autores que han dejado una huella indeleble en la literatura mundial.
Han Kang, la reciente ganadora del Premio Nobel de Literatura, es una de las voces más prominentes de la literatura surcoreana. Nacida en Gwangju en 1970, ha dejado una marca indeleble en la narrativa contemporánea con su estilo poético y su habilidad para abordar temas complejos como la violencia, el dolor y la identidad. Su obra más famosa, “La vegetariana”, le otorgó reconocimiento internacional al ser galardonada con el Premio Booker Internacional en 2016.
Sin embargo, su fascinación por la literatura va más allá de la cultura oriental. Uno de los aspectos menos conocidos de su carrera es su profunda admiración por el escritor argentino Jorge Luis Borges, cuya influencia es central en su reciente novela “La clase de griego”. En una entrevista reciente con Infobae, Kang reveló que durante un prolongado bloqueo creativo, solo podía leer los cuentos de Borges. “Fue un periodo en el que no tenía deseos de escribir ni de leer novelas, y solo veía documentales en lugar de películas de ficción”, comenta Kang. Curiosamente, en ese momento de crisis, los únicos textos de ficción que lograban conectarla con la literatura eran los cuentos del autor de El Aleph. Según la autora, fue la relectura de las últimas obras de Borges lo que le permitió, finalmente, desbloquear su proceso creativo y dar forma a su siguiente novela.
“La clase de griego”, que inicia precisamente con una referencia a Borges, aborda temas como la ceguera, el lenguaje y la pérdida de la capacidad de comunicación. La novela narra la historia de una mujer que, tras perder el habla por segunda vez, decide estudiar griego antiguo en un esfuerzo por recuperar su voz. Al mismo tiempo, conoce a un profesor que está perdiendo la vista, creando una conexión entre ambos personajes que, a través del silencio y la oscuridad, exploran su relación con el mundo. La figura del escritor argentino atraviesa la trama de manera significativa, pues, según Kang, “las condiciones mentales de este protagonista masculino son similares a las de Borges. Al igual que en Borges, la filosofía budista también está profundamente arraigada en su pensamiento. En mi mente, los dos están conectados de manera sutil”.
Este homenaje a Borges no es accidental. Kang confiesa que en su juventud disfrutaba leyendo no solo al escritor argentino, sino también a otros autores latinoamericanos como César Vallejo, Octavio Paz y Gabriel García Márquez. Esta cercanía con la literatura latinoamericana refleja el interés de la autora en explorar las formas en que el lenguaje se entrelaza con la realidad y cómo puede, en ocasiones, confinar a los individuos o liberarlos. En este sentido, “La clase de griego” no es solo una obra sobre la pérdida del habla y la vista, sino una meditación profunda sobre el poder y las limitaciones del lenguaje. “El lenguaje es como una flecha que nunca alcanza el blanco, algo que la confina e incluso le causa heridas”, escribe Kang, reflejando su propia experiencia con el acto de escribir.
La relación entre la ceguera y el lenguaje en “La clase de griego” es, además, una metáfora de la condición humana. El profesor de griego, al igual que Borges, se enfrenta a la pérdida gradual de la vista, lo que simboliza, según Kang, la inevitable oscuridad a la que todos nos dirigimos. “Su condición es también un reflejo de todos nosotros. Todos nos movemos gradualmente hacia la oscuridad y la desaparición, al igual que este personaje”, explica la autora.
Kang ha construido una obra literaria que, aunque profundamente arraigada en su contexto surcoreano, posee una resonancia universal. En “La vegetariana”, por ejemplo, la protagonista, Yeong-hye, decide dejar de comer carne como un acto de resistencia contra la violencia humana. Esta elección la lleva a una espiral de aislamiento y sufrimiento, mientras busca convertirse en una entidad pura, más cercana a la vida vegetal. La novela aborda temas como la autonomía corporal, la represión patriarcal y la violencia estructural, cuestiones que siguen siendo relevantes tanto en Corea del Sur como en el resto del mundo.
Para ella, esta búsqueda de pureza y resistencia a través del cuerpo conecta con la experiencia universal de la humanidad. “El Bartleby de Melville y Yeong-hye parecen compartir la característica de crear un pequeño espacio mediante la negación para preservar su dignidad”, afirma Kang, refiriéndose a la famosa frase de Bartleby, el escribiente: “Preferiría no hacerlo”. Al igual que el personaje de Melville, la protagonista de La vegetariana utiliza su negativa como un medio para reafirmar su identidad en un mundo que intenta controlarla.
A pesar de la violencia y la tensión presentes en sus obras, Han Kang no se considera una escritora pesimista. De hecho, en La clase de griego busca profundizar en “las partes más suaves” de la humanidad. “Quería recordar que somos seres humanos. Deseo no olvidar, especialmente en un mundo tan violento como este”, dice Kang. Esta sensibilidad hacia la condición humana, que también se refleja en su prosa poética, ha convertido a la autora en una de las voces más significativas de la literatura contemporánea.
Con la obtención del Nobel, Han Kang se une a la lista de grandes autores que han dejado una huella indeleble en la literatura mundial.
Fuente: Noticias.